Hace quince años, Muthamia se preparaba para recibir a su segundo hijo. El embarazo no tuvo complicaciones y su hijo Ferdinand Mutugi Njuguna nació muy saludable.
Todo estaba bien en la casa de Njuguna hasta que el niño desarrolló un estilo peculiar de caminar pues empujaba su pie izquierdo hacia adelante mientras caminaba y no parecía estar completamente erguido.
Más tarde, Ferdinand comenzó a caer mientras caminaba. También comenzó a tener dificultades para ponerse de pie desde una posición sentada. Subir escaleras se complicaba para él y no podía correr tan rápido como solía hacerlo.
Se cansaba muy rápido e incluso comenzaba a caminar de puntillas. Lo llevaron a varios hospitales y le diagnosticaron Distrofia Muscular de Duchenne.
La Distrofia Muscular de Duchenne (DMD), es un trastorno genético caracterizado por degeneración muscular progresiva y debilidad debido a cambios en una proteína llamada distrofina que ayuda a mantener intactas las células musculares.
Sin perder la esperanza, los padres decididos comenzaron a tomar a Ferdinand para fisioterapia, con la esperanza de que salvarían la situación. En su tiempo libre, Muthamia buscaba en Internet más información sobre la enfermedad que estaba devastando a su hijo.
Cuando Ferdinand tenía 10 años, la enfermedad se volvió más intensa. No podía caminar solo y se apoyaba en las paredes y los elementos cercanos para moverse. Finalmente, tuvo que ser confinado a una silla de ruedas.
Conseguir la silla de ruedas para Mutugi fue una decisión particularmente difícil para Muthamia. Le dolía profundamente que su hijo quien alguna vez fue un niño juguetón y saludable ahora se estuviera deteriorando frente a ella y la peor parte fue hacerle comprender su condición y los cambios que estaba experimentando. Las luchas no se detuvieron allí, ya que los maestros y las personas a su alrededor tampoco entendieron su condición.
Hoy, Ferdinand a los 15 años es un adolescente tranquilo que sobresale en lo académico y todos los años desde 2013, Ferdinand ha estado yendo dos veces al año para recibir terapia con células madre. El tratamiento ayuda a aumentar la vitalidad de sus células musculares. Las células madre se inyectan en las áreas afectadas y esto evita que la afección empeore al retrasar la progresión de la enfermedad. Si él no hubiera estado recibiendo el tratamiento con células madre, tal vez la situación podría haber empeorado.
Para controlar la condición, Ferdinand tiene que hacer terapia ocupacional y fisioterapia para asegurarse de que los músculos no se contraigan.
A medida que Ferdinand se convierte en un hombre joven, su madre espera fielmente un futuro más brillante. “A los padres con hijos como el mío, les pido que no pierdan la esperanza. La aceptación lleva tiempo. Lloré durante tres años hasta que me di cuenta de que la única forma de ayudar a mi hijo es darle la atención que se merece”.